martes, febrero 07, 2006

“Una Jornada Histórica”

En el día de hoy, martes 7 de febrero, unos 200 piqueteros armados asaltaron una comisaría en Las Heras, provincia de Santa Cruz, para liberar a Marco Navarro –líder piquetero detenido por haber tomado una planta petrolera en esa misma provincia.

Durante el asalto, para lograr su cometido, los piqueteros asesinaron a balazos al suboficial Jorge Sagayo de 30 años, padre de una hija de un año de edad. El suboficial Sagayo muere en el hospital con una fractura de cráneo y una bala en su pecho. Catorce de sus compañeros también resultan heridos, cinco de ellos a balazos.

La fuerza de las balas recibe el aliento de las decisiones políticas y, a las dos de la madrugada, se ordena la liberación del cabecilla Jorge Navarro “ante la imposibilidad de la policía de contener a los activistas”. Navarro no duda y con orgullo declara que se trata de una “una jornada histórica”.

El gobernador Acevedo declara que se trata de una tragedia. Ciertamente alguien no previó las consecuencias de dejar a la comisaría sin municiones. O tal vez sí. Ciertamente, para los políticos la vida de un policía vale muchísimo menos que la de cualquier delincuente. Si alguno ha de caer, que sea un uniformado.

El presidente Kirchner, luego de firmar un convenio para mantener el precio del agua mineral embotellada, declaró estar “compungido” dado que conocía al suboficial Sagayo. Ciertamente su breve pena sería mucho menor, inexistente tal vez, de no haberlo conocido. Esa fue la declaración. Nunca prometió crear “una comisión que investigue y condene lo que hay que condenar" como lo hizo con los piqueteros Kostecki y Santillán. Al parecer, sigue apegado a su promesa a las Madres (¿de quién?) de Plaza de Mayo, de que "no va a haber represión, ni persecución, ni condena" contra los piqueteros.

Desde luego, rápidamente se han tomado medidas. Jorge Navarro está libre. Los asesinos de Sagayo siguen libres. Los que balearon a los comapañeros de Sagayo siguen libres. Durante la noche, la ruta provincial 43 seguía cortada. La misma noche en la que, seguramente, la esposa del suboficial Sagayo llora sin comprender la muerte de su esposo.

Alejandro Támola