sábado, septiembre 24, 2005

Dos sapos de otro pozo

Por Carlos Salvador La Rosa

(Reproducido con autorización)

El acto de Maipú fue una fiesta peronista bien clásica, con gente que quería cantar la marchita, vivar a Perón y Evita y decir que el que no salta es un radical. Cada intendente justicialista estaba con su barra, las cuales se toreaban unas a otras con cánticos alegres e inofensivos, mientras los jefes municipales incentivaban ese fervor militante.

Vale decir, la casa estaba en orden hasta que llegaron los dos sapos de otro pozo: el presidente Kirchner junto al gobernador Cobos a romper -queriéndolo o no- el carácter democrático de la reunión justicialista donde todos, dirigentes y dirigidos, se sentían iguales entre sí.

Desencajados. ¿Como encaja un gobernador radical en un acto peronista hasta los tuétanos, puramente político y cero institucional?, sería la primera pregunta. Y la segunda: ¿cómo encaja un monarca hegemónico disfrazado de presidente constitucional en una provincia institucionalmente igualitaria como Mendoza?

Pues bien, ayer ni uno ni otro encajaron, o al menos lograron generar un acto político horrendo, surrealista, delirante. Y en lo que nada tuvo que ver la gente, que gritaba feliz sus partidismos, sino la imposible escena que le armaron sus jefes.

Penosos. Daba pena ver al intendente anfitrión, Adolfo Bermejo, agradecerle una y otra vez al Presidente por lo maravilloso que era, mientras que el Supremo firmaba papeles y hablaba con sus secretarios sin oír palabra del hombre que lo veneraba.

Daba pena ver a sumisos locutores gritar efusivamente las mismas promesas de los mismos miles de millones de pesos que Kirchner venía a “reinaugurar” por enésima vez a Mendoza como regalo gracioso de su majestad.

Daba pena ver al gobernador Cobos vituperado por todos los presentes de a pie, mientras tibias y estériles manos de desaprobación eran agitadas por Kirchner.

Daba pena ver a los peronistas ubicados en el escenario saltar eufóricos de sus sillas cuando Kirchner les dijo finalmente que sí, que los iba a apoyar a ellos y no a Cobos. Como reafirmando la presunción de que esos dirigentes solos no son nada.

Esquizofrenias. Apenas empezó a hablar el Presidente, en su primera frase mostró la esquizofrenia reinante en el acto: “Hoy vine con toda la intención de que no nos silbemos entre argentinos, sino que nos abracemos para construir la Patria entre todos”. Frase aplaudida de modo infinito por los mismos miles que instantes antes habían silbado de modo infinito a Cobos y que lo continuarían silbando las dos o tres veces que Kirchner recordara su nombre. O sea, al Presidente lo aplaudían dijera lo que dijese, pero no por aplaudirlo le iban a hacer caso.

Por su parte, y aquí ya no con la espontaneidad de los militantes sino con la hipocresía de los interesados, los dirigentes que estaban en el palco -peronistas o radicales- también querían aplaudir al Presidente dijera lo que dijese, pero no porque piensen como él, sino porque les conviene inclinar la cabeza, sabedores de que el ganador será el que la incline más vergonzosamente, dentro de un campeonato de obsecuencias bastante parejo según lo que se vio ayer.

Yo, el Supremo. Kirchner lo sabe y por eso se portó no como un primus inter pares sino como el todo frente a la nada. Por eso no le propuso a ningún dirigente mendocino compartir con su cabeza e ideas un proyecto nacional, sino a pedirle prestada una mano. Vino a Mendoza para prometer regalos a cambio de manos levantadas: eso y nada más que eso fue lo que dijo ayer. Y lo dijo convencido de que él es algo más que un presidente constitucional: “Yo no entiendo que haya diputados por Mendoza que me nieguen las manos... Yo no entiendo por qué lo hacen, porque les puedo asegurar que he dejado todo mi corazón por esta bendita tierra mendocina”, dijo con entera naturalidad. Lógica absolutista y antirrepublicana total: si no se vota como oficialista, uno pasa a ser calificado de marciano y enemigo del corazón puro del benemérito Supremo.

Premios y castigos. Ayer Cobos recibió su castigo por ser tibio frente a un hombre que no acepta sino adhesiones absolutas. Y los peronistas locales recibieron su pírrico premio por jurar y rejurar que adorarán a Kirchner con igual fervor como el que pusieron para adorar a Menem diez años atrás.

Frente a tantos oportunistas, los premios y castigos otorgados por Kirchner resultaron hasta adecuados si los vemos desde sus legítimas aspiraciones políticas. Lo inadecuado es que Kirchner sea el causante de tanta humillación, porque quien no le besa las manos se hace merecedor de su furia imperial.

Eso es lo que lo llevó a Cobos, en su momento, a especular con un pacto insinuado por Kirchner. Pero se olvidó de una cosa: que con este señor no se juega, porque a los tibios los vomita.

Los peronistas locales, en cambio, le han demostrado, luego de varios meses de fervorosa obsecuencia sin contrapartida presidencial, que ellos no son tibios y que están dispuestos a reparar los escasos guarismos electorales que le dieron a Kirchner en Mendoza cuando aún eran mitad menemistas y mitad gane quien ganare. Y ayer recibieron su premio: ya tienen a Kirchner enterito para ellos, lo que llevará a que Cobos quede desde ayer enterito para los radicales, después de su fallido romance extramatrimonial, para el que no demostró picardía suficiente.

Humillaciones. Si se lo ve como un acto institucional, lo de ayer fue una inmensa humillación para toda la dirigencia mendocina que concurrió, si acaso se la puede llamar tal. Pero la verdad es que no se trató de un hecho institucional, sino de algo enteramente político-electoral. Y desde ese punto de vista es aún anticipado imaginar a quién le fue mejor: si al gobernador humillado por la “intolerancia” peronista que ahora se pondrá como víctima de la misma o a los peronistas finalmente bendecidos con todas las letras por su hasta ayer esquivo presidente, que ahora gritarán al mundo tal bendición.

Pero al menos algo les debemos los mendocinos a Kirchner: acaba de eliminar en Mendoza esa esquizofrenia oportunista a la que llevó su exigencia de que todos le chupen las medias. Ahora los que simpaticen con Cobos sabrán a quien votar y los que simpaticen con Kirchner también lo sabrán. Y que gane uno u otro, el que desee la mayoría de los mendocinos.

Que cada sapo vuelva a su pozo para que Mendoza y los mendocinos no tengan que soportar nunca más estos actos cuyo inmenso oportunismo electoral nos lleva, inevitablemente, al avasallamiento institucional, dejando a Mendoza como una provincia arrodillada hacia el poder central como pocas veces en su historia lo estuvo.